lunes, 26 de mayo de 2008

Soy sociólogo

Existe un chiste entre los estudiantes de sociología que dice más o menos así:
Un sociólogo decide emprender un viaje a lo largo y ancho del país para conocer la "realidad social" de primera mano, alejado de tabúes teóricos e ideas macroscópicas. Sale de la ciudad y va por el campo. Se detiene a descansar después de cuatro horas de conducción y ve en la lejanía a un pastor con su rebaño y se dice a sí mismo que este es el momento de poner en práctica la supremacía intelectual de la sociología. Se acerca al ciudadano rural y le dice:
- Buenas tardes, mire, yo le puedo decir cuantas ovejas tiene sin necesidad de contarlas - se jacta con pose napoleónica.
- ¡No puede ser! - dice el pastor anodadado.
- ¡Sí señor!, es más, incluso le apuesto una de sus ovejas, espere un momento - va el sociólogo a su coche, saca un ordenador portátil, un teléfono móvil y un par de hojas con apuntes de sociología rural. Llama a un amigo que se dedica al estudio teórico de la desaceleración socioeconómica estructural entre el campo y la ciudad y a otro que trabaja en el ministerio de agricultura. Hace apuntes y cita a algunos autores franceses. Al cabo de veinte minutos vuelve con el pastor y le espeta:
- ¡Usted tiene 32 ovejas! - a la vez que se inclinaba para coger a uno de los animales.
- ¡Cosa del diablo! ¿Cómo es posible? - gritaba el pastor mientras se secaba el sudor de la frente.
- ¡ah, secreto profesional! - decía el sociólogo mientras se disponía a seguir con su periplo de turismo sociológico.
- ¡Espere! - digo el pastor. - Usted gano la apuesta, no se lo niego, pero le juego la oveja que se llevo y lo que traiga en el bolsillo a que puedo adivinar su profesión -.
- ¡Perfecto! - digo el profesional de la ciencias sociales pensando en la maravilloso que sería cocinar a fuego lento a otra oveja y en el remotísimo hecho de que el campesino supiera lo que era.
- ¡Usted es sociólogo! - dijo tocándose la nuca en tono humilde.
- ¡Qué! ¿Pero cómo es posible? ¿Cómo lo supo si no le he dado mi tarjeta? - dijo estupefacto.
- Pues es muy fácil, pero le va a costar ese teléfono sin cables que utilizó hace un momento - ese teléfono sin cables era de última generación y le había costado al sociólogo una semana entera de trabajo.
- Sí, sí, lo que sea, ¡pero dígame cómo lo supo! - dijo exaltado olvidándose de todo lo demás.
- Pues muy fácil hombre, mire, primero: porque vino a ofrecerse para algo sin que le llamaran; segundo: me dió información que yo ya sabía; tercero: porque obtener esa información le llevo más tiempo que si lo hubiera hecho manualmente; cuarto: porque esa información no me sirve para nada y quinto: porque en lugar de llevarse a una oveja se está llevando a mi perro, ¡idiota!.
Algunas veces es bueno reírse de uno mismo.

lunes, 12 de mayo de 2008

El reino potencialmente tranquilo

Ayer te vi allí parado
Con la mano contra el cristal
Mirando por la ventana
La lluvia

Y quería decirte
Que tus lágrimas no eran en vano
Pero me imagino que ambos sabíamos
Que nunca seríamos los mismos
Nunca sería lo mismo

¿Por qué tenemos que guardarnos estos sentimientos?
Los leones y los corderos deben tolerarse

Quizás algún día seamos lo suficientemente fuertes
Como para reconstruirlo
Reconstruir el reino potencialmente tranquilo
De nuevo
Reconstruirlo de nuevo

¿Por qué tenemos que guardarnos estos sentimientos?
Los leones y los corderos deben tolerarse

Quizás algún día seamos lo suficientemente fuertes
Como para reconstruirlo
Reconstruir el reino potencialmente tranquilo
De nuevo
Quizás algún día seamos lo suficientemente fuertes
Como para reconstruirlo
Reconstruir el reino potencailmente tranquilo
Reconstruirlo de nuevo

Reconstruir el reino potencailmente tranquilo
Reconstruirlo de nuevo









Tomo prestadas tus palabras Patti Smith.

domingo, 4 de mayo de 2008

Mayo de 1968: la ilusión del siglo XX

Cuando Theodor Adorno fue consultado en 1969, acerca de su postura en los movimientos estudiantiles del año anterior, en concreto el de París y el de Praga, él sorpresivamente para sus interlocutores (quienes presuponían la asunción por parte de Adorno del liderazgo intelectual de dichas manifestaciones) despotricó contra el movimiento; alegaba la incapacidad teórica de los propios activistas, su ignorancia y la nula oportunidad que presentaban las circunstancias para una transformación social de fondo.

¿Cómo podía ser posible que Adorno, la gran figura rebelde sobreviviente del Instituto de Investigaciones Sociales (después de la desaparición de Max Horkheimer) negara ahora la posibilidad del cambio social? ¿A eso había llegado ya el desarrollo de la teoría marxista, que siempre pugnó por una sociedad cualitativa y cuantitativamente distinta? Los argumentos de Theodor Adorno para rechazar las pretensiones del movimiento estudiantil por la revolución social se apoyaban en premisas que él siempre defendió; no era para él extraño el surgimiento de una nueva fuerza política que, así fuera motivada por la injusticia, lograría cambios sociales y se instalaría en el poder por puro voluntarismo, sin orientación, y encaminada finalmente, a la barbarie.