lunes, 7 de mayo de 2007

La confianza (2º y última parte...)


Es importante tener en cuenta que la confianza es una relación social que se da dentro de un marco de interacción compuesto tanto por la personalidad del individuo como por el sistema social, y no puede estar asociada por completo a uno u otro. A pesar de que pueda ser manejada como un concepto abstracto, lo cual hace que su tratamiento en la sociología sea algo difícil, para adentrarnos en su carácter social es necesario explicarla como una decisión de riesgo, que está sujeta a las expectativas subjetivas hacia los otros. Es decir, nuestras expectativas de confianza se basan en el hecho de saber si otra persona es digna de nuestra confianza para poder entablar cualquier tipo de relación o intercambio.

Siguiendo este argumento, la confianza podría transformarse en una relación social en el sentido de que se deriva de la pertenencia a una red social; tomar parte en ésta, permite acceder a “recursos” en forma de obligaciones de reciprocidad derivadas de relaciones de confianza e información en manos de otros miembros de la red social a la que se pertenece –por ejemplo una asociación civil o un grupo de amigos-. Sin embargo, es necesario dejar en claro que la simple participación en redes sociales no conduce automáticamente a la formación de confianza; la decisión de confiar no implica necesariamente que dicha expectativa sea recompensada en un futuro.


Podemos referirnos a un problema público en el cual la clave es la determinación que se da a través de la confianza para resolver problemas. Gambetta utiliza el ejemplo del problema tráfico de vehículos en las grandes ciudades como un ejemplo que implica la predominancia de preferencias individuales –el hecho de utilizar el coche- en lugar de otros medios colectivos. En este caso, los atascos y la contaminación podrían ofrecer una base para motivar la cooperación o el cambio hacia hábitos que ayuden a mejorar el problema, es decir, el uso de bicicletas o transporte público. Sin embargo, la carencia no estriba en los cambios de actitudes sobre la movilidad urbana, sino en la falta de “premisas” o creencias de que cada uno va a cooperar para resolver el problema. Aunque en este caso, Gambetta concluye que la percepción que las personas tienen sobre las conductas no cooperativas obstruyen los cambios sociales y las políticas públicas, es importante remarcar que dichas conductas –las no-cooperativas o anti-solidarias- más bien obstruyen las percepciones que pueda crear la confianza como disposición cooperativa hacia los otros o hacia lo colectivo.


La confianza suele ser analizada en términos de conductas negativas, es decir, es vista casi siempre bajo la luz de las consecuencias (costes) que puede traer la decepción de las expectativas que se depositaron en alguien. Sin embargo, es justo decir que aquel que confía es consciente del riesgo que implica ser defraudado, ¿o no?....

israel

6 comentarios:

Miguel B. Núñez dijo...

Es curioso, algunas personas -las desconfiadas- me suelen decir que confío demasiado en las personas. Y me lo dice como algo malo para mí. Según ellos, espero demasiado. Me he acordado de esto con esta última pregunta tuya. Puede que uno sea consciente del riesgo pero quizá ser demasiado consciente de esto nos convierta en desconfiados ¿no?

mario dijo...

Veo entre tus enlaces que eres devoto de la Escuela Moderna. Resulta curioso porque hace poco tuve que entrevistar al Kiko Amat y a raiz de aquello empecé a interesarme por su fanzine y me ha entusiasmado. Saludos

pacoalczr dijo...

ey,

no te había identificado, te añado a mis links!

genial el poeta maldito de bolsillo y el filemón contreras, ja ja

La maldita dijo...

Para todo hay riesgo así que no podemos satanizar solamente los que lleva implicados la confianza.

Tener relaciones sexuales genera riesgos emocionales y físicos (y como quiera las llevamos a cabo).

Atravesar una avenida puede resultar peligroso (y no por ello dejamos de salir de nuetras casas).

Cocinar nos invita a quemarnos en cualquier momento (y aun así me sigue encantando prepararme una sopa de fideo).

Yo confío, sí, y me gusta.

Pero también me satisface levantar con desdén mi ceja izquierda y voltear la cara a otro lado cuando no quiero relacionarme con alguien, por cualquier amenaza que yo haya augureado en su proximidad.

En fin.

El miedo es feo, lo rico es vencerlo. (Ahh, me gustó esa frase, la postearé.)

Franziska dijo...

Podemos confiar en nuestra razón, en nuestra fuerza, podemos confiar en los demás, en las circunstancias, en fín la confianza puede aparecer en todos los aspectos de la vida y lo terrible es cuando asoma su feo rostro la des, la destructora de la confianza que es la suspicacia, el piensa mal y acertarás, no se puede uno fiar ni de su padre, etc., etc., y lo malo es que, algunas veces, esos des tienen la oportunidad de colarse en nuestra vida. Si todo el mundo que se pone al volante de su coche no confiara en que va a volver a su casa como hace todos los días ¿se producirían menos accidentes porque las carreteras estarían vacías? Esa desconfianza acabaría con algunas ilusiones tontas como las de hacer algún viaje por placer o porque esperamos encontrarnos con alguien. Tengo que dejarlo porque el tema da para mucho y no es cuestión de que me pase aquí toda la tarde dando la matraca.

Anónimo dijo...

hoy no tengo nada que decir....pero lo digo y lo dire bien...

la buena idea!