En el ensayo titulado Sociología de la comida, George Simmel nos explica el entramado sociológico que implica el momento de comer: el rito de la comida como algo plenamente meditado y planificado, al punto de que se convierte en un fenómeno que es parte de nuestra historia personal; las normas de urbanidad a la hora de comer que corresponden a momentos específicos de diferentes épocas históricas; incluso, si se es más incisivo, se podría hacer el análisis neomarxista de cómo las clases altas hacen de un acto fisiológico algo lujoso y metódico, con la consecuente diferenciación de clase social. Sin embargo, Simmel no abordo el tema del momento mismo del comer, del tiempo que se le dedica.
Para mi, el principal problema del comer en estos tiempos que corren no es el qué comer sino el cómo, el cómo comemos. Dado por hecho que la vida cotidiana está dominada por las largas jornadas laborales, la inclusión de la fast food como elemento que se entromete sin pedir permiso hasta llegar a la simbiosis en determinadas tradiciones gastronómicas y la tecnología que nos ayuda a vivir más rápido pero no más felices, podemos observar que el acto de la comida se relativiza, se deforma, se desacraliza. Quizás en este punto vale recordar esos “manuales de urbanidad” que hacían del momento de la comida algo por lo menos coordinado, eso sí, en nombre de la moral y las buenas costumbres. El escaso tiempo que nos deja nuestro ritmo de vida actual, determina tristemente el desarrollo de un acto puro y trascendental, que otrora fue
Otro punto, para Simmel el comer es uno de los aspectos más egoístas del ser humano, pero en esto no me pidan una explicación, porque estoy tan en contra de esta idea que de la rabia he dejado de escribir.
Israel