En "Crímenes ejemplares" Max Aub escribió una serie de micro relatos que brillan por su sencillez. El redescubrimiento de esta pequeña joya de la literatura mexicana, encierra en pequeñas historias no sólo la genialidad del autor sino también una buena parte de la idiosincrasia mexicana sobre la muerte, o mejor dicho sobre el matar; dar muerte por error, impulso, enojo, amor e incluso por placer.
Los relatos son en sí mismos la confesión de los criminales, ellos y sólo ellos explican la razón por la que mataron, no para dar lástima ni mucho menos, ya que a veces poseen una humildad abrupta e irreverente, sino para demostrarnos que tanto ellos como nosotros somos tan mediocres que cometemos las cosas por la simple voluntad de querer hacerlo. He aqui algunos de los crímenes ejemplares de Aub:
- Lo maté porque habló mal de Juan Álvarez, que es muy mi amigo y porque me consta que lo que decía era una gran mentira.
- SOY PELUQUERO. Es cosa que le sucede a cualquiera. Hasta me atrevo a decir que soy buen peluquero. Cada uno tiene sus manías. A mí me molestan los granos.
Sucedió así: me puse a afeitar tranquilamente, enjaboné con destreza, afilé mi navaja en el asentador, la suavicé en la palma de mi mano. ¡Yo soy un buen barbero! ¡Nunca he desollado a nadie! Además aquel hombre no tenía la barba muy cerrada. Pero tenía granos. Reconozco que aquellos barritos no tenían nada de particular. Pero a mí me molestan, me ponen nervioso, me revuelven la sangre. Me llevé el primero por delante, sin mayor daño; el segundo sangró por la base. No sé que me sucedió entonces, pero creo que fue cosa natural, agrandé la herida y luego, sin poderlo remediar, de un tajo, le cercené la cabeza.
- -UN POQUITO MÁS.
-No podía decir que no. Y no puedo sufrir el arroz.
-Si no repite otra vez, creeré que no le gusta.
Yo no tenía ninguna confianza en aquella casa. Y quería conseguir un favor. Ya casi lo tenía en la mano. Pero aquel arroz...!E insistía empalagosa!.
-Un poco más.
-Un poquitín más.
Estaba empachado. Sentí que iba a vomitar. Entonces no tuve más remedio que hacerlo. La pobre señora se quedó con los ojos abiertos para siempre.
- ¿USTEDES NO HAN TENIDO nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.
- NO PUEDO TOCAR el terciopelo. Tengo alergia al terciopelo. Ahora mismo se me eriza la piel al nombrarlo. No sé por qué salió aquello en la conversación. Aquel hombre tan redicho no creía más que en la satisfacción de sus gustos. No sé de dónde sacó un trozo de aquel maldito terciopelo y empezó a restregármelo por lo cachetes, por el cogote, por las narices. Fue lo último que hizo.
- LO MATÉ porque me dolía la cabeza. Y él venga a hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, mire mi reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta.
- ERRATA.
Donde dice:
La maté porque era mía.
Debe decir:
La maté porque no era mía.
Israel
martes, 8 de enero de 2008
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2 comentarios:
Es increíble.
Recuerdo un cuento de Somerset Maugham en el que narraba la historia de criminales franceses internados en La Guayana a causa de sus crímenes. Al narrador le llamaba la atención que, por horrible que hubiese sido la muerte que hubieran dado a su víctima, ninguno mostraba arrepentimiento sino que, al contrario, sentir un profundo rencor porque la consideraban culpable de su situación.
Todo se puede llegar a justificar ante los demás, otra cosa será lo que realmente pueden pensar estos individuos.
Este autor que vivió en campos de concentración, debió estar bastante cerca de la banalización que puede llegar a hacerse con la vida del prójimo. Es, desde luego, un escritor muy interesante.
Nota: Donde dice sentir, debe leerse: "sentían". Perdonar.
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