Yo no tengo casa. La mesera me trae el tinto, el tintico, mientras miro a la calle y a los universitarios. Si no fuera tan bueno el café aquí, mejor pediría una Corona o una Club Colombia, o una copa de esos vinos chilenos de deshecho que vienen en tetra-brick y que resultan ser de lo más costo-efectivos. El otro día en un Éxito vi unas botellas de vino nacional, me dio curiosidad mercar una para degustar un vino tropicalón pero desistí en la intentona de despilfarrar en un líquido que probablemente sirviera mejor para limpiar plata. También había unos tetra-bricks de algo que supuestamente era tequila, la nostalgia es cabrona pero no tanto, además no eran mexicanos y ya con la experiencia previa de haberme hecho mierda el estómago con un seudotequila jalisciense envasado en un bote de plástico a uno se le quitan las ganas de ser tan audaz. Si hubiera Don Julio o Jimador o algo más decente, estaría feliz emborrachando a mis maestros sudamericanos. Pero el tinto es bueno, nada comparable a las aguas de calcetín o a las cenizas revueltas que se toma uno en los Vips o en los Sanborn’s o cafeterías similares. En mis otras casas, en la casa que no tengo. Estudiar para los exámenes mientras las meseras te miran mal porque ya llevas seis horas y sólo has pedido un café, un café que después de dos horas ya ni pruebas, que vas a los baños y lo tiras en los mingitorios para regresar y pedir más cafecito, por favor y tengas la opción de seguir haciéndote pendejo en la silla mientras te haces pedazos para decifrar cómo carajos el autor llegó de una ecuación a otra. Y rayas en las servilletas, en la parte de atrás del mantel, y rayarías por las paredes tu intento de demostración si es que tuvieras paredes propias que rayar y un piso para sentarte a ver cómo se van derivando las funciones por la pintura vinílica y se quiebra una integral de línea con tau como variable tonta en el vértice del muro.
Luis Felipe G. Lomelí
miércoles, 23 de enero de 2008
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1 comentario:
No era en restrepo, tampoco en la 2 de mayo como acá.. allá es la 1ª de mayo, y es brava es acalle.
Era la única cafetería de la cuadra, el resto eran tiendas de cajones para muertos, las funerarias estaban tres calles más abajo.
Me estaba tomando mi tintico, un café aguachento, endulzado con panela y recalentado cuando lo ví pasar. Bluyines bombachos, mocacines, de esos que tienen una moneda de 5 céntimos de dolar. una camisa blanca de botones pero amarrada al ombligo y una chaqueta de cuerina, no cuero.
Caminaba despacio pero con prisa, mucha prisa, y sangraba, todo él sangraba; la boca, las manos, los pies... llevaba algo en el estómago, justo en el nudo de la camisa, algo como un pedazo de hueso, de cuerno, de caucho, de no se que. algún puñal mal clavado que le desangraba y le quitaba lo poco de humano que podía verse en su rostro, todo hecho sangre, todo hecho miedo.
Terminé mi cafecito, mi tinto, tranquilamente, me asomé a la calle y se veía su rasto rojo por el andén polvoriento. Este man nunca llegó, paré una buseta y seguí. directo Caracas.
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