martes, 1 de julio de 2008

intruso, latoso, molesto...

El inmigrante está visto como un atopos, es decir, un sin lugar, un desterrado, un inclasificable, ni es ciudadano ni es extranjero, ni está al lado de si mismo ni al lado del otro, esta fuera de si, se ubica en ese espacio bastardo del cual habló Platón: esa frontera del ser y del no ser social; desterrrado en el sentido de impertinente e intruso, latoso, molesto, estorbo, que genera dificultades, hasta tal punto que la ciencia encuentra obstáculos en pensar la inmigración, y cae siempre sin mucha conciencia de ello en los tópicos del discurso oficial que reproduce muchas veces un discurso criminalizador racista y xenófobo.

Generalmente este discurso explota la idea de rechazo al extranjero mediante una falsa ecuación que identifica inmigración con desempleo, delincuencia, e inseguridad ciudadana.

Doblemente rechazado en su sociedad de origen y en la sociedad de acogida, nos obligan a replantear por completo los fundamentos de la ciudadanía y la relación entre el ciudadano y el estado. La nación o la nacionalidad. Doblemente ausente del lugar de origen y del lugar de acogida, nos lleva a criticar las actitudes de rechazo tomando al estado como máxima expresión de la nación. Rechazo que pretende fundar la ciudadanía sobre la falsa generosidad asimiladora de la educación y esconder un chauvinismo universal.

El inmigrante en la tierra del exilio no es más que una persona desarraigada, despojada de toda ubicación en el espacio social.

Prólogo de Pierre Bourdieu a la obra de Abdemalek Sayad:"La doble ausencia. De las ilusiones del emigrado a los sufrimientos del emigrante"

1 comentario:

Unknown dijo...

Vaya, qué bien explicado que está lo que pretendía yo decir en la cena de la casa de Manuel el otro día...