La naturaleza humana es más compleja de lo que parece, si a esto le añadimos el hecho de que porque parece mentira la verdad nunca se sabe (como reza el título de un excelente libro), resulta que podemos encontrar seres socialmente despreciables que pueden brillar por su inteligencia o talento innatos; son esos intelectuales o escritores que aguardan en la cárcel su sentencia de muerte y mientras tanto escriben poemas. Es el caso de Robert Brasillach, quien fue fusilado en febrero de 1945 por orden del general Charles de Gaulle. La acusación, fulminante, cierta y rapaz: colaboracionismo con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Brasillach, nacido en 1909 fue soldado en la Primera Guerra Mundial, se licenció en filosofía y escribió unos cuantos libros sobre teatro y poesía. En 1936 es designado director del diario nacionalista “Je suis Partout” y proclama sin tapujos su admiración por el fascismo como ideología. Mussolini, los falangistas españoles y la Guardia de Hierro rumana, por ejemplo, tuvieron más espacio en esa publicación que en los periódicos de sus propios países. Brasillach apunta sus dardos contra los siete “poderes internacionales que dominan el mundo”: el comunismo, la socialdemocracia, la Iglesia católica, el protestantismo, la masonería, los trusts económicos y el judaísmo. Sí señor, todo en uno.
Cuando los aliados toman París fue detenido y posteriormente enjuiciado a través de un único interrogatorio, tomando sus artículos como pieza acusatoria. Se sabe que pensadores como Camus, Cocteau y Malraux, escribieron a De Gaulle para que le indultara, la respuesta, propia del revanchismo callejero más burdo, es obvia: un pelotón de fusilamiento le condujo, a través de sus balas, al limbo en el que divagan escritores malditos: Louis Ferdinand Céline y Pierre Drieu la Rochelle principalmente. Mientras esperaba la muerte en la cárcel, Brasillach redacta párrafos como este:
“No pierdas la sonrisa ni siquiera cuando te vayan a ejecutar. La vida es una broma de mal gusto; en vez de centrarte en el «mal gusto», céntrate en la «broma». Si buscas justicia en vez de tranquilidad en este mundo democrático, suicídate. Para vivir hoy hay que saber reírse de la estúpida realidad”.
Desde aquí dejamos en claro que no ensalzamos la figura de Brasillach, fue y será un pensador fascista, si algún izquierdista lee esto, que sepa que la Gestapo también asesino a periodistas “antirojos”. El punto es, hablando en términos de dialéctica, que debemos pensar que cada vez que se instala un nuevo grupo en el poder (llámesele élite política, partido político, bloque histórico, burgueses, proletarios, etcétera) y ejecuta a los que piensan diferente, pues ese invento moderno llamado libertad no funciona del todo.