miércoles, 3 de febrero de 2010

“el mar y tú, el mar y tú…”.


“El mar y tú, su mar, el mar espejo”, “El mar y tú, su mar, el mar espejo”, hacía dos días que había leído esta frase, estaba escrita justo enfrente de la tasa del water, con letras desencajadas, como si lo hubieran escrito a toda prisa y sin pensar. No podía quitármela de la cabeza, bailaba en mi memoria como las caderas de Sandy bajo mi ingle. Ahora, en mi casa, solo, y viendo el canal de porno barato, pienso en ella, y en Sherry la pelirroja, son tan guapas y cobran tan poco; me gusta que beban las copas que les invitó, porque con ellas, entre tragos y cigarrillos, la amargura de la noche ya no existe. Recuerdo la vez que Sandy me beso, no paraba de gritarle, en plena borrachera, “muévete más Sandy”, “eres mía Sandy”, con las consecuentes carcajadas, mientras ella decía que le dijera cosas bonitas y sus labios se atronaban con los míos. Decía algo sobre el mar, “la mar” de su pueblo en Croacia o algo así, a mi me daba igual y seguía riendo, las otras chicas del local bailaban sin inmutarse de que yo, el cliente distinguido de todos los viernes por la noche, el que tiene amores sin nombre, salía del servicio unos minutos después con las lágrimas en la cara y repitiendo sin cesar “el mar y tú, el mar y tú…”.

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