martes, 27 de abril de 2010

Dilucidaciones pop II


Volvemos con “Dilucidaciones pop”, una de sus series favoritas, con el siguiente comentario:

Yo no creo en el pop intimista

Yo no creo en el pop intimista, me parece en la mayoría de los casos una parrafada que más viene a decir “soy muy sensible y por eso hago melodías cursis que le gusten a todo el mundo”, ¡a la mierda!. Los dos lectores que se pasen por este blog pensarán que soy un resentido, y seguramente sea así, porque me es imposible no hablar de Russian Red –la nueva diva del indie/flok/pop español- sin despotricar de ella, por dos razones: no termina de convencerme su onda musical y me tiene hasta los huevos que por todos lados la pongan y hablen de ella.

Sobre el punto uno, es muy fácil, copio y pego -la técnica estilística de nuestra época- lo que se dijo en el rockandblog, es decir: “Que me pareces la típica escolar repipi que escupe la lección como un lorito amaestrado: un mimético mono de repetición. Que tus letras, escritas además en wachi wachi, son infantiles. Que esas repelentes caritas que pones al cantar me generan unas ganas de potar que ni Leonor Watling”.

Sobre el segundo, cualquiera que vaya a bares o sitios de música sabrá de lo que hablo, la he escuchado en tiendas de ropa, en un Kebap, en mi tienda de discos favorita “La Metralleta” e incluso -y creánlo o no- en las oficinas de Hacienda. Hasta la ignominia. El puto colmo.

Más de uno debe de estar pensando que soy un mierda y una persona con mal gusto, tal vez, pero es mejor ser eso que ir de guay engullendo todo lo que se pone de moda. Recuerden amigos, todos somos intangibles y Lourdes Hernández también. Pero mejor, pruébalo tú mismo aquí.

domingo, 11 de abril de 2010

Sintonía de una ciudad

Vicente ya no juega acompañado, su carrito de pilas ya no funciona desde el accidente y le da igual, no lo quiere usar, dice que sin su hermano ya no es divertido conducirlo en el parque y perseguir a los otros niños. Ahora ya no le dejan salir a la calle, su mamá dice que es muy peligroso, que juegue en el patio o que vea la tele, es lo único que puede hacer desde que Jaime se fue. Ni siquiera le dejan asomarse a la ventana y ver a la calle, a ver cómo es la vida alrededor suyo. Aunque el tampoco tiene ánimo de hacerlo, porque ya no quiere escuchar la sintonía inconfundible de esta ciudad, que es fácil, pero siempre fatídica: bullicio de personas, unos cuantos disparos, un coche que sale quemando llanta y enseguida el llanto de un grupo de mujeres y gritos despavoridos de la gente alrededor. Acaban de matar a un joven, un alma menos en Ciudad Juárez. Así se fue su hermano.