1) El hecho de que se haga una película sobre la “historia” del Facebook es la constatación más conspicua de que vivimos en un tiempo posmoderno, en la que la misma noción de tiempo varía y es tan fugaz como maleable. En la película, te muestran la “historia” de algo que nació hace no más de diez años (2003 en concreto) como si se buscará la complicidad del espectador con algo que ya esta instalado en la sociedad, para mirar hacía atrás juntos y decir ”¡Puf, los orígenes del Facebook, que interesantes!”. El único “viejo” es el creador de Napster, que como bien dice, es uno, sino el principal, responsable de haber revolucionado el mundo de la música. ¿Se puede sentir nostalgia de algo tan nuevo? En los tiempos que corren, sí, somos viejos prematuros, añoramos algo a lo que no le hemos dado tiempo de madurar y analizar con una mirada profunda. Cualquier manifestación artística es una obra maestra por dos cosas: porque supera la prueba del tiempo y porque suele representar algo rupturista. Facebook es lo segundo, pero no lo primero.
2) La vida social parece transcurrir por medio de las redes sociales. Uno de los protagonistas de la película lo dice bien claro y con la prepotencia del necio que se sabe triunfador: antes la gente se relacionaba en su tribu, después en las ciudades, y ahora, lo hace de forma digital, a través de Facebook. Triste pero real. Adiós a la enajenación de la televisión; hasta nunca a los soportes materiales que hacían las delicias de los melómanos. Lo que toca, es vivir a tope la hiperrealidad, el aquí y el ahora siempre a través de Internet, la sociedad del espectáculo de Debord se ha desbordado y nos espera en su nuevo escenario, el Facebook.
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