miércoles, 30 de mayo de 2007

Cuestión de Distinción


“Las clases trabajadoras –aunque en esto los campesinos son más sencillos, más ingenuos, que los trabajadores- llegaron a aceptar como suyos ciertos valores de la clase que los gobernaba: en este caso la elegancia en el vestir. Al mismo tiempo, su misma aceptación de estos estándares su conformismo con respecto a unas normas que no tenían nada que ver ni con su propia herencia ni con su experiencia cotidiana, los condenó, conforme a este sistema de valores, a ser siempre, para las clases que están por encima de ellos, ciudadanos de segunda categoría, toscos, groseros, desconfiados. Esto es sucumbir a una hegemonía cultural”
John Berger



Quisiera hablar un poco sobre la base social de nuestros gustos y de paso, hacer un pequeño y sincero homenaje a uno de mis “ídolos”: Pierre Bourdieu, influyente sociólogo francés. Desde siempre he creído que nuestros gustos (musicales, estéticos, culinarios, la empatía hacía otros, etc.) poseen una fundamentación social, es decir, que responden a patrones en los que confluyen personalidad y medio social, ya que nada está dado de por sí. Sin embargo, no es hasta que descubrí a Bourdieu que estás ideas se reforzaron de forma teórica, concretamente en su libro La Distinción.


Los gustos no son fruto de una elección completamente libre, la distribución social de los gustos proceden del habitus (disposiciones que con el tiempo de vivir en una sociedad vamos adquiriendo, nuestra manera de actuar, la historia hecho cuerpo; son los “márgenes de maniobra” como dice Bourdieu) lo que nos lleva a relacionarnos con personas que tienen los mismos gustos estéticos, musicales, deportivos o culinarios que nosotros.


En La distinción (1979), Pierre Bourdieu muestra que los gustos estéticos dependen mucho de nuestro origen social, cuyas normas hemos interiorizado profundamente, y del lugar que ocupamos en la jerarquía social. La vida en sociedad está divida en “campos” los cuales a su vez constituyen un mundillo social particular, son un universo de connivencias, que funciona de manera más o menos autónoma, con sus propias leyes. Por esa razón, el que desea adentrarse en un medio (político, artístico, intelectual...) debe conocer los códigos y reglas internos. Un ejemplo sería la película de Agnès Jaoui, Para todos los gustos (2000), ya que ilustra magistralmente las dificultades que encuentra un pequeño jefe de una empresa de provincias para penetrar en el medio artístico local, tan ajeno a su universo de origen.


Bourdieu le atribuye al gusto el papel fundamental en la construcción del mundo social, esto es, el espacio de los estilos de vida, siendo el consumo el indicador principal del mismo. El gusto une y separa; al ser el producto de unos condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia, une a todos los que son producto de condiciones semejantes, pero distinguiéndolos de todos los demás: el gusto es el principio de todo lo que se tiene, personas y cosas, y de todo lo que se quiere mostrar a los otros, de aquello por lo que alguien clasifica, se clasifica y le clasifican (Bourdieu 1988: 53). De esta forma, el gusto se expresa como “la propensión y aptitud para la apropiación (material y simbólica) de una clase determinada de objetos o prácticas enclasadas y enclasantes, es la forma generalizada que se encuentra en la base del estilo de vida, conjunto unitario de preferencias distintivas, que expresan, en la lógica específica de cada uno de los subespacios simbólicos –mobiliario, vestido, lenguaje y lenguaje corporal- la misma intención expresiva” (Bourdieu 1988: 172-173).


En esencia, nosotros nos diferenciamos por las distinciones que realizamos -entre lo sabroso y lo insípido, lo bello y lo feo, lo distinguido y lo vulgar- en las que se expresa o se revela nuestra posición, origen y preferencias. El análisis de las relaciones entre los sistemas de encasillamiento (el gusto) y las condiciones de existencia (la clase social) conduce a un análisis social del criterio selectivo que es, inseparablemente, una descripción de las clases sociales y de los estilos de vida, pero basado en criterios culturales de consumo, y no en relaciones económicas de propiedad en el sentido marxista.


Para finalizar una cuestión clave, en forma de cita: Bourdieu dijo "Mi libro existe para llamar la atención sobre el hecho de que el acceso a la obra de arte requiere instrumentos que no están universalmente distribuidos. Y por lo tanto, los detentores de estos instrumentos se aseguran beneficios de distinción, beneficios que son más grandes en la medida en que sus instrumentos son más raros". Yo creo que los instrumentos para acceder al arte no están –simbólica y materialmente- plenamente distribuidos, ¿y tú?....


israel

14 comentarios:

Miguel B. Núñez dijo...

No se si me importa mucho si el arte está al alcance de todos o de unos pocos que se creen superirores a otros. También en una aldea el que tiene una cabra se sentirá superior al que no la tiene y el que haya viajado fuera de la aldea, pues lo mismo.

En el día a día me preocupan menos las clases sociales que las distinciones que nos marcamos gente de no muy diferente condición. Me parece terriblemente triste ver cómo gente tan cercana se marca diferencias tan rancias como la ropa, la música o el puto peinado. ¿Qué importa a si a uno le gusta operación triunfo o la música de vanguardia? ¿no son estas distinciones muy similares a las que nos marcan las clases sociales? Pues entonces... ¡acabemos con ellas!

Qué alegría ver tus actualizacciones, mozo!

Te lo dice Kaspar: dijo...

Yo misma provengo de un estrato social catalogado -por los sociólogos, je,je- como medio/bajo, y ya puede ver que mis gustos son exquisitos...
El gusto es una facultad estética en la que se da una selección lúdica/identitaria entre un montón de referentes que se nos ofrecen por azar y a los que cada cual con su antenita decide responder o no.
(Dato para sociólogos, osea, que no explica nada:
Las personas que conozco con (lo que para mí sería) "gusto exquisito" -elegancia, gusto por la lengua y el lenguaje, sensibilidad "poética/simbólica", finísimo sentido del humor, etc- estarían catalogados como clase media/baja.

Lo del acceso al Arte, osea, a la Cultura: estoy con Benjamin. "No existe documento de cultura que no sea también de barbarie."
Además, Arte ¿occidental, no?
etc?
etc?
etc?
(No sé si he contestado a la pregunta. En mi próxima escapada a Madriz hablamos, cañitas mediante.)

mario dijo...

Qué asunto tan interesante. A ver vayamos por partes:

Totalmente de acuerdo con Miguel. Con el tiempo, cada vez me interesan más las personas por sus valores, digamos, humanos que por su talento artístico (aunque disfrute horrores de su obra). Además, qué coño, ser buen amigo en esta sociedad tan de mascarada, eso sí que es un arte.

Me parece claro lo de que todos somos frutos de nuestro estrato socio-cultural. De un modo u otro mi, pongamos por caso, interés por el punk proviene claramente de que este tipo de música es la que se oponía a la corriente dominante en el colegio donde estudié. Y ahí quedó ese gusto incardinado de una manera básicamente sentimental. Con el tiempo, descubrí otras músicas fascinantes y, probablemente, muy superiores en cuanto a complejidad y ejecución (jazz, música barroca…). Soy capaz de apreciarlas y, de hecho, ha habido épocas en que he escuchado mucho más estos estilos. Sin embargo, si soy honesto, he de admitir que ninguna provocó el subidón y los brincos que el In The City de los Jam. Qué le vamos a hacer, creo que es bueno asumir de dónde se viene.

Además, está el factor espacio-tiempo que nos limita angustiosamente. Es como aquel que a la pregunta ¿usted cree que los catalanes son agarrados? responde “no sé no los conozco a todos”. De niño me asustaba la idea de morir porque no sabría como continúan las aventuras de La Patrulla X (estaba enganchadísimo, lo admito). Y probablemente dentro de diez siglos descubran que las caracolas de fosas abisales producen un sonido tan perfecto que desmerezca toda la música existente hasta entonces. Y, desgraciadamente, no estaremos ahí para escucharlo. Son ejemplos tontos (ya saben de lo mío) para explicar que uno debe agarrarse a lo que tiene. Tratar de buscar lo bueno, siempre, cultivar la sensibilidad, también, pero sin obsesionarse porque la vida no es un examen justo, dado que las reglas varían mucho dependiendo del lugar y la hora de nacimiento. Y en el tema de los gustos creo que lo mejor es vivirlos como algo, efectivamente, tan relativo que apenas merece la pena envanecerse de los propios o despreciar los demás. Sino disfrutarlos.

Miguel B. Núñez dijo...

ea, ya tenemos pa una mesa de debate... ¿cuándo y dónde? Deborah, vente!!!!

pacoalczr dijo...

No sé, esta teoría de la que hablas me huele a una de esas preocupaciones progres de los 70...yo creo que los gustos culturales de la gente dependen de mil cosas diferentes que muchas veces no tienen nada que ver con la clase social (tus padres, quién se sentaba contigo en el instituto, tu curiosidad personal, el color de los autobuses...)

¡Solo hay que ver la cantidad de gentuza pobre con la que tenemos que tratar las élites creativas!

A propósito, atención al Silvio que sale el 20 de Junio que trae un par de guiños en tu honor!

Patrice dijo...

Tampoco creo que los gustos estén tan relacionados con el origen sociocultural, sino que quizás eso sea una variable más. Creo que sí, que toda la información que recoge tu mente/cuerpo en un período determinado de la vida - normalmente bastante temprano- tienen bastante que ver con lo que pasa en el futuro (lo cual no quiere decir tampoco que en ese "futuro" no sigamos absorbiendo y aprendiendo nuevas informaciones), así que por supuesto ese entorno sociocultural tiene ya por lo menos una vela en este entierro.

Pero por poner un ejemplo, siempre he creído que mi gusto -y no sólo mi gusto, sino también mi interés- musical y por las letras se debía por encima de todo a la influencia de mi padre, y a "lo que vi en casa", como se suele decir; ahora veo a mi hermano adolescente y esta teoría se me desbarata porque mi hermano no lee y la música que escucha, que por otro lado está muy bien, se limita a 2 ó 3 cosas que alguien popular del instituto le ha enseñado;es decir, cero interés.

Donde yo quiero llegar, es a que me parece que la clave del "gusto exquisito", ese buen hacer en cuanto a casi todo, está precisamente en el interés por las cosas, por lo nuevo, por lo viejo y por lo que pasa mientras tanto, el resto viene solito...

Lo malo de esa gente -que además es mucha- que dice Miguel, es que se preocupan tanto de "enterarse" qué es lo que se lleva, lo que debe gustarles, cómo deben vestirse y cómo deben (ex)ponerse, que se olvidan de mirar hacia lo que realmente les gusta.

Si lo hiciesen, seguramente tendrían muchísimo más gusto...

Me gusta este debate! :)

Patri.

Patrice dijo...

Se me ocurre ahora que quizás sí tenga de algún modo que ver con el estrato sociocultural, ya que, pensándolo bien, los "pobres" -y digo pobres englobando a toda esa "clase media/baja y media/media"), tienen más capacidad de interés, de sorpresa y por lo tanto de gusto que los "ricos", a los que en la mayor parte de los casos, las cosas, de alguna manera, les son dadas...

Y ya.

Te lo dice Kaspar: dijo...

Bourdieu dijo "Mi libro existe para llamar la atención sobre el hecho de que el acceso a la obra de arte requiere instrumentos que no están universalmente distribuidos. Y por lo tanto, los detentores de estos instrumentos se aseguran beneficios de distinción,..."
Pero su libro tampoco es un instrumento universalmente distribuido !!!
Aaahhhh...Es lo que tienen los franchutis,sociológos y filósofos, qué entrañables!No le parece?

Miguel B. Núñez dijo...

En cualquier pequeña comunidad, por muy pobre que sea existe creación, osea, arte. Quizá sea que estamos hablando de otro arte, el que sale en nuestros libros y se expone en nuestros museos, el que se reconoce como auténtico, bueno, elevado... vamos, el arte de unos pocos. ¿Quién controla las canciones populares de los Luvale de Rodesia o la pequeña artesanía de los Banyoro de África?

Raquel Márquez dijo...

Hala, qué debate más chulo...

Yo no estoy de acuerdo con casi nada de lo que dice Bordieu, pero mejor lo hablamos con unas cañitas delante que todavía no he cenado y prefiero un pregunta-respuesta a tiempo real.


:-)

Te lo dice Kaspar: dijo...

...se da usté cuenta de que su debate incita al alcoholismo?...

(Saludos Raquel!)

Carne Radioactiva dijo...

vaya, vaya...yo sabía que el Bourdieu era polémico pero no es pa tanto, así que yo también me sumo a eso de debatirlo en público o algo, te animas "kaspar"?...jeje...chao!

Anónimo dijo...

Venga! Vamos a debatir!!

socióblogo dijo...

Entre todos los méritos que tiene La Distinción, uno de los más destacables (no el único, por cierto) es que está escrito con una excelente base empírica. Desafortunadamente en la sociología eso menos frecuente de lo que uno quisiera.