domingo, 14 de diciembre de 2008
Marina (III)
Dado que la humillación gratuita es algo que no me gusta, no hice ningún comentario al respecto porque esos pedazos de tu pasado son cosa tuya. Después te dije que si te gustaba esa canción podría dejar esa emisora, tú dijiste que no, que esa podría ser la emisora del pasado y que a veces era mejor invocarlo pero no removerlo, yo no lo entendí muy bien pero te dije que eso no importaba porque el punto es tratar de centrarse en el futuro. No lo hubiera dicho, el exabrupto que tuviste se me ha grabado en la memoria tan nítidamente como la silueta de tu cuerpo. Sin embargo descubrí algo interesante: a través de las canciones que sonaban en la radio podríamos vislumbrar el futuro. Te empecé a hablar sobre el hecho de que si la canción pop que acababa de terminar te recordaba a tu amor de instituto, seguramente la que le seguía te recordará a mí en algún momento. Me dijiste que era una estupidez, y seguramente lo sea, pero desde ese momento yo asocio Wonderwall de Oasis con el gesto burlón que hiciste cuando te dije lo de que el futuro es lo importante. Dado que estaba lo suficientemente nervioso para discutir contigo, opté por mi “estrategia caracol”, la que conocías bien, y que no es otra cosa más que cerrar mi coraza y retraerme en mí mismo, sin decir nada, sin soltar prenda, sin opinar. De repente me dijiste que la advertencia del futuro lo hecha a perder, que era como esos rollos raros míos sobre el Apocalipsis y las trompetas de los ángeles invisibles, tú sabiamente reconocías que el futuro no se puede anunciar y me lo dejabas en claro cuando cambiaste de emisora y de tu boca salió eso de que “el futuro no existe, idiota”.
lunes, 10 de noviembre de 2008
domingo, 12 de octubre de 2008
lunes, 1 de septiembre de 2008
Marina (II)
Pero sabía que no eras tú, y aún así me quedé quieto, ni siquiera los “hazte a un lado joder”, ni los empujones y los ligeros zarandeos de la gente que se apresuró a entrar al vagón de los seres sudorosos me hicieron reaccionar. Me quedé ahí, de pie, mirando a esa mujer que no era la que yo creía que era, y de nueva cuenta fui consciente de que me inmovilizas. Al reaccionar, una vez que hubieron pasado dos vagones más, me dirigí al restaurante para comenzar la faena de fin de semana, para armarme de valor físico y moral lo primero que hice fue ir a la cocina, escudriñar debajo del lavabo y sacar la “botella de los perdedores” ese brebaje que aun no se qué es pero que sabe agrio y fuerte y que reconforta ante las situaciones difíciles, desde el cansancio corporal hasta las penas del alma. Debes recordar esa botella, te hablé de ella muchas veces, la primera noche que pase contigo bebí unos cuantos tragos, porque también sirve para llevar las alegrías a terrenos supraterrenales. Sin embargo, mis explotados compañeros la llaman así porque generalmente te hace olvidar algo que hayas perdido: la razón, la cordura, la decencia, la moral, las lágrimas, los familiares y sobretodo el amor de una mujer, eso dicen ellos, a mí simplemente me gusta porque me sirve de anestesia contra el dolor, ya sea el que me provoca tú recuerdo como el de estar de pie nueve horas seguidas.
Justo en el momento en el que estaba colocando las cuatro cajas de cerveza que unos indigestos comensales beberán a una salud que no será la mía, llega el cubano y me dice que el jefe pregunto por mí, que ya sabía que si llegaba tarde era mejor que me hiciera pendejo por ahí hasta que el reloj marcara la siguiente hora, porque la que ya había comenzado no me la iba a pagar y sobre eso no aceptaba quejas. Pero me daba igual Marina, a mí ya todo me da igual, por eso dejé de hacer lo que estaba haciendo, me senté sobre el lavavajillas y encendí un cigarro, el cubano se dio cuenta que tenía mala cara y me preguntó que si estaba enfermo, que en esos días era mejor no enfermarse porque sino me pasaría lo que a Charly el limpiador, que no tenía ningún tipo de documento y que cuando le dio la congestión alcohólica aquella en la que estuve presente, le dijeron que tenía que comprarse unos medicamentos muy caros, y bueno, a endeudarse de nuevo. Le conté lo que me había pasado en el metro, porque si bien no era mi amigo, él era uno de esos tantos seres con los que logras conectar por lo que yo llamo agobio empático, espero que lo recuerdes, es básicamente saber que puedes compartir con otro desgracias comunes o parecidas de forma amable, sin réplicas, sin juicios morales sobre lo que está bien o está mal. Me dijo que mi inmovilidad se debía simplemente a que seguía enamorado de ti, yo simplemente acerté con la cabeza y le dije que sí, que seguramente era por eso.
Mientras dejaba secar relucientes sartenes antiadherentes de gran tamaño, me explicaba que estar con una idea –o una chica- siempre en la cabeza no era bueno, que lo mejor era vivir la vida, salir, bailar y follar con quien sea, aunque bueno, ese quien sea para él era la prostituta polaca a la que veía religiosamente cada domingo por la noche, cuando la chica tenía un descanso y ambos se dejaban llevar durante dos horas en un acto sexual en el que todo estaba permitido. Sin preguntas y sin rodeos fornicaban y entre pausa y pausa para recobrar el instinto animal que les movía, él algunas veces creía que su única misión en la vida era dar alegría a los demás, yo creo que sí, por que algunas veces, sin que él se diera cuenta, la chica le metía un billete de 20 euros en el bolsillo trasero del pantalón.
sábado, 26 de julio de 2008
Marina
martes, 1 de julio de 2008
intruso, latoso, molesto...
Prólogo de Pierre Bourdieu a la obra de Abdemalek Sayad:"La doble ausencia. De las ilusiones del emigrado a los sufrimientos del emigrante"
viernes, 13 de junio de 2008
Elegante y vulgar
(Extraído de http://www.fotolog.com/elmenoresfuerzo/32265607)
israel
lunes, 26 de mayo de 2008
Soy sociólogo
lunes, 12 de mayo de 2008
El reino potencialmente tranquilo
Con la mano contra el cristal
Mirando por la ventana
La lluvia
Y quería decirte
Que tus lágrimas no eran en vano
Pero me imagino que ambos sabíamos
Que nunca seríamos los mismos
Nunca sería lo mismo
¿Por qué tenemos que guardarnos estos sentimientos?
Los leones y los corderos deben tolerarse
Quizás algún día seamos lo suficientemente fuertes
Como para reconstruirlo
Reconstruir el reino potencialmente tranquilo
De nuevo
Reconstruirlo de nuevo
¿Por qué tenemos que guardarnos estos sentimientos?
Los leones y los corderos deben tolerarse
Quizás algún día seamos lo suficientemente fuertes
Como para reconstruirlo
Reconstruir el reino potencialmente tranquilo
De nuevo
Quizás algún día seamos lo suficientemente fuertes
Como para reconstruirlo
Reconstruir el reino potencailmente tranquilo
Reconstruirlo de nuevo
Reconstruir el reino potencailmente tranquilo
Reconstruirlo de nuevo
Tomo prestadas tus palabras Patti Smith.
domingo, 4 de mayo de 2008
Mayo de 1968: la ilusión del siglo XX
¿Cómo podía ser posible que Adorno, la gran figura rebelde sobreviviente del Instituto de Investigaciones Sociales (después de la desaparición de Max Horkheimer) negara ahora la posibilidad del cambio social? ¿A eso había llegado ya el desarrollo de la teoría marxista, que siempre pugnó por una sociedad cualitativa y cuantitativamente distinta? Los argumentos de Theodor Adorno para rechazar las pretensiones del movimiento estudiantil por la revolución social se apoyaban en premisas que él siempre defendió; no era para él extraño el surgimiento de una nueva fuerza política que, así fuera motivada por la injusticia, lograría cambios sociales y se instalaría en el poder por puro voluntarismo, sin orientación, y encaminada finalmente, a la barbarie.
jueves, 24 de abril de 2008
Its Monk´s Time
miércoles, 2 de abril de 2008
irse (2)
Estaba decidido a traspasar fronteras, no una ni dos, sino muchas, las que fueran, las que se cruzaran en mi camino, eso era lo único que pensaba la noche en que me fui. No sabría dónde o cómo ubicar el nacimiento de la idea de emigrar, aunque si hago un ejercicio de reflexión retrospectiva –difícil cuando la hace uno mismo sobretodo- creo que fue gracias a las clases del doctor Herrera. Él, profesor universitario y amante insaciable de la cultura europea, nos decía en la facultad de humanidades que poco podíamos hacer en una sociedad donde no se aprecia el talento de los jóvenes humanistas, que lo mejor era irse y jugar a ser un bohemio en las calles de París o de Londres, que desafiáramos el destino y nos inventáramos una excusa para salir de la cloaca nacional, tal y como el no lo hizo porque se lo impidió una boda fortuita y el peso de su entorno familiar.
A partir de ahí, la idea de salir y viajar se apoderó de mi porvenir, no pensaba en nada más, no quería conocer a una chica guapa que me atrapara entre sus redes y que me hiciera conjugar el verbo querer en el lenguaje del amor juvenil. Pensaba, hacía planes, ahorraba dinero. Por las noches, antes de dormir intentaba memorizar los usos y costumbres de los países que me interesaban, me veía a mí mismo recorriendo las calles que alguna vez pisaron todos los escritores que leía. Supongo que todo esto se alimentó, cual vil copo de nieve que desciende por una montaña nevada y que termina convirtiéndose en avalancha, por mis ansias de no querer ser como la gente de mi alrededor, en especial de mi familia, los cuáles no creían que el sol se pusiera más allá del enorme cerro que adorna mi ciudad natal. Con el tiempo me daría cuenta de que me equivocaba; la sangre es la sangre, por más campechano que se escuche, y no hay nada que la pueda disipar del todo a lo largo de nuestra existencia.
lunes, 17 de marzo de 2008
irse
lunes, 25 de febrero de 2008
declaración de intenciones
“basta de excesos y disipación, ha llegado el momento de contemplar tranquilo el mundo e incluso gozar de él, primero en bosques como éste, y luego hablar y caminar serenamente entre la gente del mundo, basta de alcohol, basta de drogas, basta de fiestas, basta de encuentros con beatniks y borrachos y heroinómanos y todos los demás, basta de preguntarme Oh, por qué me tortura Dios, es decir, ser entonces un hombre solitario, viajar, hablar únicamente con los mozos, sí, en Milán, París, hablar nada más que con los mozos, pasear, sin ninguna angustia autoimpuesta… ha llegado el momento de pensar y contemplar, de concentrarse en el hecho de que después de todo la superficie del mundo tal como lo conocemos ahora será tapada con el sedimento de un millón de años… Sí, por eso, más soledad”
Una buena declaración de intenciones.
lunes, 18 de febrero de 2008
Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío
claridad absoluta, transparencia redonda.
Limpidez cuya extraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..
¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.
No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.
Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.
Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.
Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.
Miguel Hernández
martes, 29 de enero de 2008
Sobre las dudas que produce la inquietud vital
miércoles, 23 de enero de 2008
Tinto en Restrepo
Luis Felipe G. Lomelí
jueves, 10 de enero de 2008
Reflexión de Andrés Caicedo
Andres Caicedo
1951 - 1977
Escritor colombiano
martes, 8 de enero de 2008
Crímenes ejemplares
Los relatos son en sí mismos la confesión de los criminales, ellos y sólo ellos explican la razón por la que mataron, no para dar lástima ni mucho menos, ya que a veces poseen una humildad abrupta e irreverente, sino para demostrarnos que tanto ellos como nosotros somos tan mediocres que cometemos las cosas por la simple voluntad de querer hacerlo. He aqui algunos de los crímenes ejemplares de Aub:
- Lo maté porque habló mal de Juan Álvarez, que es muy mi amigo y porque me consta que lo que decía era una gran mentira.
- SOY PELUQUERO. Es cosa que le sucede a cualquiera. Hasta me atrevo a decir que soy buen peluquero. Cada uno tiene sus manías. A mí me molestan los granos.
Sucedió así: me puse a afeitar tranquilamente, enjaboné con destreza, afilé mi navaja en el asentador, la suavicé en la palma de mi mano. ¡Yo soy un buen barbero! ¡Nunca he desollado a nadie! Además aquel hombre no tenía la barba muy cerrada. Pero tenía granos. Reconozco que aquellos barritos no tenían nada de particular. Pero a mí me molestan, me ponen nervioso, me revuelven la sangre. Me llevé el primero por delante, sin mayor daño; el segundo sangró por la base. No sé que me sucedió entonces, pero creo que fue cosa natural, agrandé la herida y luego, sin poderlo remediar, de un tajo, le cercené la cabeza.
- -UN POQUITO MÁS.
-No podía decir que no. Y no puedo sufrir el arroz.
-Si no repite otra vez, creeré que no le gusta.
Yo no tenía ninguna confianza en aquella casa. Y quería conseguir un favor. Ya casi lo tenía en la mano. Pero aquel arroz...!E insistía empalagosa!.
-Un poco más.
-Un poquitín más.
Estaba empachado. Sentí que iba a vomitar. Entonces no tuve más remedio que hacerlo. La pobre señora se quedó con los ojos abiertos para siempre.
- ¿USTEDES NO HAN TENIDO nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.
- NO PUEDO TOCAR el terciopelo. Tengo alergia al terciopelo. Ahora mismo se me eriza la piel al nombrarlo. No sé por qué salió aquello en la conversación. Aquel hombre tan redicho no creía más que en la satisfacción de sus gustos. No sé de dónde sacó un trozo de aquel maldito terciopelo y empezó a restregármelo por lo cachetes, por el cogote, por las narices. Fue lo último que hizo.
- LO MATÉ porque me dolía la cabeza. Y él venga a hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, mire mi reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta.
- ERRATA.
Donde dice:
La maté porque era mía.
Debe decir:
La maté porque no era mía.
Israel