Hola amigos, recientemente he leído el texto “Vivir con extranjeros” del jeje Zygmunt Bauman, dado su interés sociológico y notable brillantez intelectual me permitiré hacer algunas consideraciones al respecto. Aquí vamos:
- Las ciudades son vertederos de diferencias pero también de desigualdades. Por una lado queremos “procurarnos un rincón suficientemente confortable, acogedor y seguro, en un mundo que se nos muestra salvaje, imprevisible y amenazador”, pero a su vez sabemos y estamos convencidos que tenemos que vivir con gente diferente, con tipos extraños que no tienen nada que ver con nosotros y con los que irreductiblemente se comparte espacio y distancia.
- Hay gente que de manera “indecente” cruza las fronteras -esas grandes fábricas de quimeras- y aparece en sitios a los que no ha sido invitado. Estos forasteros, son elegidos para que “personifiquen lo raro, lo inquietante, lo impenetrable de algunas costumbres, la vaguedad de ciertos peligros y amenazas”. En este mundo global y globalizante, donde el consumo y el confort son el verdadero culto de las masas, los extranjeros son los “mensajeros de desgracias…representan la fragilidad y precariedad de la condición humana, y nadie quiere que día tras días le recuerden esas cosas horribles que preferiría olvidar”.
- La cosa es simple, los inmigrantes no hacen sino lo que ha hecho toda la humanidad siempre: ir a donde está el pan y el agua. Sin embargo, las modernas sociedades occidentales de hoy y sus leyes de extranjería, no parecen ser esos paraísos para aquellos que son diferentes por su origen o creencias, y que además, son extraños porque son “superfluos para el mercado, son desclasados y eso significa estar fuera del sistema de clases… significa estar fuera, excluido, no servir para nada”.
- ¿Y los fanáticos y los criminales que vienen a aprovecharse de los avanzados sistemas sociales occidentales?. No hay que caer en lo abrupto, las relaciones de los extranjeros con la sociedad de acogida depende en buena medida de sus motivaciones y oportunidades, pero sobre todo del contexto y en esto cada ciudad (no cada país, ya que esta categoría es un conglomerado de diferencias) es un libro abierto. Recordemos que las oportunidades de cada uno están en directa equivalencia con la capacidad que tengamos para situarnos en la sociedad; pero sobretodo recordemos que no todos tenemos esas habilidades y capacidades. Las ciudades son ahora laboratorios de la coexistencia, en especial las globales, como Madrid o Barcelona, pero también un campo de batalla donde se desarrolla la mixofobia, “pues se vive constantemente con extranjeros, y ya has oído hablar de los peligros que se derivan de los desclasados, y has oído decir que los inmigrantes son ante todo parásitos de tu bienestar o incluso terroristas potenciales”.
- ¿Qué hacer? Para nuestra suerte, las ciudades también son sitios donde se puede dar la mixofilia, es decir, “ese deseo de mezclarse con las diferencias, porque es humano y natural, mezclarse con extranjeros nos abre la vía a aventuras de todo tipo, a la aparición de cosas interesantes…de experiencias fantásticas”. Algo que por otro lado no sucedería en ciudades homogéneas.
- Pues bien, los inmigrantes no se van a ir, los extranjeros se quedarán y esparcirán su semilla para que al cabo de unos años la sociedad se enriquezca y mejore. Ese es el reto, porque a pesar de que vivimos en una época imprevisible y caprichosa –lo que viene a ser la “modernidad líquida” de Bauman- la única alternativa posible consiste en el “deber de dotar de humanidad a la comunidad de hombres”.