miércoles, 31 de marzo de 2010

Las aventuras del gato roquero V


Vamos a ponernos serios y a hablar en tono cultureta guay. No están para saberlo, ni yo para contarlo, pero durante mucho tiempo la palabra “vacaciones” significó para mí lo mismo que la palabra “amabilidad” para un conductor de autobús: nada. Después de un sinfín de peripecias laborales y vitales, he podido estabilizarme y tomarme las vacaciones que merezco; ays, que bonito eso, si hasta he repetido viajes y todo (si se portan bien igual y un día publico mis anotaciones, no sé para qué, si a nadie le interesa, pero me da igual, yo lo doy todo, escribo como si me leyera medio España). En fin, que en esta ocasión rescato algo sobre el rollo ese de viajar aderezado con una cita del todopoderoso Adorno, guía, gurú, genio y figura, el ying y el yang del pensamiento. Aquí vamos.


En los periodos de vacaciones, caracterizados por el letargo que produce en algunos la ruptura de la rutina cotidiana, los viajes que emprenden los más afortunados y el consumo clasemediero exacerbado, tal vez sea conveniente pensar un poco en lo que implica el hecho de visitar aquellos sitios en los que no vivimos nuestra vida diaria. Como un ejemplo muy peculiar y a raíz del forzado exilio que sufrió, Adorno nos relata sus experiencias en los Estados Unidos, todo un ejercicio de síntesis y reflexión para los que son nómadas, viajeros o inmigrantes en el mundo actual. Cito lo que a mi parecer es lo más relevante:


“La gente se inclina a contemplar el concepto de adaptación, del “adjustment”, meramente como algo negativo, como extinción de la espontaneidad, de la autonomía de la persona individual. Pero es una ilusión, criticada con fuerza por Goethe y Hegel, que el proceso de humanización y de cultura se desarrolle necesariamente y siempre desde adentro hacia fuera… No nos hacemos libres a medida que nos realizamos a nosotros mismos como individuos, sino en la medida que salimos de nosotros mismos, vamos al encuentro de los demás y, en cierto sentido, nos entregamos a ellos. Solo de este modo nos definimos como individuos, no en cuanto nos regamos a nosotros mismos como a una plantita con el fin de hacernos personalidades omnilateralmente cultas.”

“Fue necesario que llegase yo a los Estados Unidos para poder experimentar de veras el peso de lo que significa la cultura… ahí, es decir, viajando a otro país que me resultaba tan nuevo como extraño, me libere de la credulidad cultural, adquirí la capacidad de ver la cultura desde fuera.”



Te quiero Adorno.

Las aventuras del gato roquero IV

Ya se sabe que lo que nos gusta por aquí son los temas de candente y rabiosa actualidad, pero además nos gusta hablar de aquellas cosas que dejamos de lado, pero que por el hecho de no pensar en ellas signifiquen que van a dejar de ser o de estar, el caso es que en esta serie de rescate fotologueril me gustaría hablar sobre los pies, esas extremidades de infinitas referencias sensoriales.


Alguna vez leí por ahí que la preferencia erótica por los pies -o los “pieses” como dirán algunos- en las mujeres, en concreto, es un resabio de la sexualidad infantil, algo así como reemplazar el pene que no se posee, yo no lo miro así, de hecho creo que es una estupidez digna de la más vil deformación del pensamiento de Freud, pero bueno ¿qué se esperán con la bazofia intelectual que nos inunda?. Yo lo veo más bien desde el lado del disfrute pasional que implica estar con alguien, sí, sí, ese rollo de estar desnudos en la cama toqueteándo al otro. Los pieses centralizan un montón de terminales nerviosas que están conectados con los órganos vitales, dando por hecho el tema de la higiene personal, a muchos les gusta el tema de los masajitos de pies, los apretones, el untar cremitas y demás, incluso algunos lo viven como una experiencia extracorporal. Recuerde que también se pueden dar mordisquitos, lametones, o jugueteos con las partes del otro. Viva el porno pieseril sí señor. Yo, que tengo unos pies horribles, deformes y grandes, mejor me voy a comer unos nachos. Los quiero.

lunes, 29 de marzo de 2010

Dilucidaciones pop: Odio a Marlango


Creo que odio a Marlango, si bien no me gusta su música –la cual considero que es una puta mierda para pijos y culturetas que van de progres (o no)- su estilo musical, su estética y sus maneras me desbordan. Así que dejaré en claro unas cuantas cosillas:


1) Marlango es una extensión del ego de la “Leonor Guatling” esa, de todos es sabido el exhorbitado ego –disfrazado de talento- de la artistada española: quieren cantar, ser guays, ser solidarios, parecer americanos, bailar, enseñar pechuga/teta/culo, hacer pelis sobre la posguerra y la guerra civil, salvar a los ornitorringos de Tanzania y blablabla, así que era lógico que, dado su nivel de maduración histriónica, la muchacha se pusiera a cantar.


2) Me cae mal que la tonta esta vaya con su rollito languido por ahí, como si la melancolía fuera su exfoliante; si te incomoda la fama o eres muy sensible, vete a tu puta casa joder.


3) Sobre el disco: ¿realmente vale la pena?, lo de esta gente no es nada nuevo ni innovador, es lo típico de citar que te gusta Tom Waits -en pleno acto de profanación claro- y moderneces ardillescas como Debendra, Cocorise y esas mierdas que escucha la juventud de hoy.


4) ¿Es normal que en las fotos de promoción del disco salga Leonor siempre benificiada? Pues sí y es fácil, con esos dos fistros que tiene de compañeros, tan feamente guays, tan bohemios, pues siempre relucirá ella, siempre ella.


5) Creo que la prensa española, cuando salen estos grupejos, entra descaradamente al juego del peloteo: que si son guays, que si la cantante es super guapa y sensible, que si son lo mejor y más moderno, que si es como la cantante de tal banda, etcétera, etcétera. Para muestra un botón: “…Watling ha jugado a ser la Natalie Merchant de 10.000 Maniacs en Thank someone tonight y -mucho más sorprendente aún- opta al título de Stevie Nicks morena con Too many ways, que parece una lectura actualizada de aquel Gold dust woman que firmaran Fleetwood Mac.” (Fernando Neira, en www.elpais.com sobre el concierto de Marlango en el Circo Price de Madrid, el 26/03/2010).


Creo que soy un amargado.

viernes, 26 de marzo de 2010

Las aventuras del gato roquero III

Las aventuras del gato roquero III

Más de una vez me han acusado de cultureta, de aspirar a ver, leer o escuchar cosas que no son comunes o que no se ven en los escaparates de las tiendas. Me la pela, porque no es así, al igual que mucha gente que aprecio yo no soy un pretencioso que intenta tapar sus traumas con la “cultura”, no conozco muchos grupos de culto y sobre todo no me he sumergido en los libros que la media de la juventud española -con algún interés artístico y cultural definido- ha leído, lo mio es un tema de compensación, siempre tapando carencias y deficiencias socioculturales.


Por esto y mucho creo que me gusta Raymond Carver y en concreto “Catedral”, me gusta ver sus relatos ese desparpajo y minimalismo, ese realismo sucio de personajes llenos de manías, paranoias y desilusiones, de gente común que sobrevive a sus catástrofes silenciosas y triviales; encima con esa forma de relatar como si ocurriesen justo al lado, como si estuvieras mirando a los vecinos desde tu ventana. Raymond eres el mejor.

jueves, 18 de marzo de 2010

Lajitas Resort


Para J. C. T., por todo.

- Dile a tu papá que le apure mija – le dijo don Raymundo a su nieta de 6 años, la cual entró a la casa, corrió hasta el baño y sarandeó a su padre por la pierna derecha para decirle que su abuelo le llamaba, se acicaló su sombrero, echó su petate a la espalda, le dio un beso en la mejilla a la pequeña y dijo:

- ¡ámonos don Raymundo!, ¡ya tengo la troka lista desde ayer! -

- ¡Ándale cabrón!, el manager me dijo que eran de los mejores hoteles del mundo y que querían que sus empleados llegaran siempre puntuales -. Al momento de decir esto, la camioneta arrancó y trepidantemente entró en la vieja carretera.

- Pero si Lajitas está aquí al tiro nomás, ire agarramos la carretera a Ojinaga y luego luego llegamos –, dijo Pancho mientras daba un leve sorbo a un termo lleno de café. – Orita llegamos, total si vamos a jalar pa´ un pinche güero, que se espere el cabrón -, le dio el termo a Don Raymundo, quien con cara de indignación y cansancio empezó a beber. En realidad ambos estaban cansados, manejar a las 5 de la mañana desde su casa, el ejido “Alamitos” hasta la carretera de Santa Rosalía, cruzar la frontera y de ahí a Lajitas, les llevaría un total de dos horas.

- Pos gueros, gueros pero pagan de lujo, 9 dólar a los limpiadores y 11 a los de la cocina, 10 la hora extra, ¡te imaginas Pancho!, te vas a hacer de oro cabrón, a ver si así mandas a la escuincla a la escuela -

- No se meta en eso Don Raymundo, ya sabe que mi hijita me importa muchísimo; pero es que su hija es muy calzonuda y no me deja que haga mis bisnes, acá, serios, de los de lana de verdad, con al gente esa de los Covarrubias -. Dijo Pancho mirando fijamente la carretera, la cual entre baches, tierra y piedras dejaba entrever lo inconmensurable de la noche.

- ¡Esos hijos de la chingada! ¿Qué no te acuerdas de cuando fueron a buscar a Pedro por la lana que les debía? ¿Viste como lo dejaron? ¡Le partieron toda su madre!. Le clavó la mirada y súbitamente se inclino hacía él. – Ni se te ocurra cabrón, ni se te ocurra, yo ya no estoy pa´ enterrar a más familia, toy pa´ que me entierren a mí -. Se inclinó hacia atrás y se recostó mirando por la ventana, aunque fuera no había más que oscuridad. Pancho seguía conduciendo con ambas manos sobre el volante de la vieja camioneta. Guardaron silencio, de ese que parece que es necesario para apagar fuegos familiares.

- Oiga suegro, ¿es verdad que en el hotel ese de Lajitas sólo trabaja pura raza mexicana? – dijo un poco timorato Pancho después de unos minutos.

- Pos eso fue lo que me dijo el wicho, el que conoce al manager, dice que todos los trabajadores vienen de lado de México; de Rancho Blanco, de Benavides. Dicen que hay un parque natural muy grande por ahí y que no hay gente disponible, entonces pasa lo de siempre, los gringos tienen trabajos que no quieren hacer, ni siquiera los pinches negros huevones, y pos nosotros los mexicanos tenemos necesidades, tenemos familia, ya sabes que es así desde que yo era chamaco -. Su tono lastimoso refleja el cansancio de alguien que ha trabajado desde los 12 años, pero a su vez era la más pura definición de la filosofía de vida que se tiene en esa tercera nación que es la frontera entre los Estados Unidos y México. Hizo una pausa de unos cuantos segundos y dijo - nomás que ya sabes que esa gente es muy brava, se siguen pasando por el río a pesar de que los pinches gueros cambiaron la ley de paso por lo de los avionazos, lo de las torres que pasaron el otro día en la tele -.

- Pos igual y es lo mejor oiga – dijo Pancho sin darle oportunidad de continuar a su suegro. – Tá bien pinche mal que por culpa de unos árabes locos nosotros también paguemos las consecuencias; ora resulta que después de toda la chingada vida pasando a pie por el río nomás se va a poder por el puente de Ojinaga, pa´ mi que nomás nosotros somos los únicos pendejos que vamos en camioneta hasta el hotel ese -. Esto último ya lo dijo con un tono más molesto, como si quisiera echárselo en cara a su suegro.

- Yo ya se que nadie lo hace, la gente se sigue cruzando por el río y tarda media hora, nomás que ahora si te agarran los gringos, te llaman delincuente -. Dijo Don Raymundo, mirando hacia fuera, hacia la enorme noche.

Las aventuras del gato roquero II: Nada.

Algunos libros suelen calar hondo según el momento en que se lean, yo, que soy un lector tardío me ha costado encontrar la clave a libros como “El guardían entre el centeno” –por mencionar un ejemplo-, porque lo leí con 25 años, y ya con unas cuantas lecciones aprendidas sobre lo que es el desquebrajamiento de las ilusiones juveniles. Esto viene a cuento porque hace unos años me desempeñaba como socorrista en el enésimo trabajo de mierda que he tenido, en fin, que lo único que rescato fue el tiempo “libre” que me dejaba para leer. En esa época de pobredumbre e insatisfacción cayó en mis manos un ejemplar de “Nada” el libro de Carmen Laforet y sobre el mismo me gustaría decir algo, ya se que se las trae floja y que nadie lee estos post, pero bueno, “a la gloria por la obstinación” es mi lema vital.
Yo creo que "Nada" es un relato existencialista light, porque a veces es cursi pero siempre muestra el desasosiego e insatisfacción de su protagonsita, la joven Andrea, cuya narración en primera persona nos lleva a mirar el mundo desde su perspectiva. En la posguerra española se instala con unos familiares en Barcelona para iniciar sus estudios universitarios, conoce a una muchacha adinerada que le mostrará el lado alegre de la vida. Sin embargo, y a pesar de que las situaciones a veces superan su capacidad de tragedia, el medio que la rodea la conducirá al desengaño y al desmoronamiento físico y moral, aunque al final, ays, y aquí viene lo light, encuentre la redención mudándose -y cambiando radicalmente- de ciudad. Obra clave.

lunes, 15 de marzo de 2010

Las aventuras del gato roquero I


Una de las cosas no tan favorables de Internet, es el hecho de que las páginas y las tendencias que tienen mucho auge siempre caen en picado. Súbitamente se llenan de spams o la gente le pierde el interés. Tengo un fotolog que ha caído en desgracia, antes de que lo cierren quisiera ir trasladando a moraliaminima los post que considero de mayor relevancia afectiva e intelectual. Si mis capacidades lo permiten, los post que aparezcan aquí serán una especie de “versión 2.0” de la original, asimismo, utilizaré sin la menor discreción los furtivos comentarios que causaron en su momento; mejor así. Comienzo con esto:

“Las once mil vergas” de Guillaume Apollinaire

A todos nos gusta la pornografía. En menor o mayor grado, cualquiera que tenga una personalidad definida y consciente, sabe disfrutar del placer del onanismo. Pues este libro es precisamente para esto, para saciar placeres onanistas. “Las once mil vergas” es la historia de las aventuras y perversiones sexuales del principe Mony Vibescu, un noble rumano –que no rumano noble- libertino y aventurero, cuyas andanzas en el París de principios del siglo XX nos muestran el sexo como lo que es: un acto irreverente, irracional, desenfrenado, aunque siempre sublime.

Pero no todo es virtud, el libro nos relata también escenas tan perturbadoras como conmovedoras: violaciones, necrofagia, sadismo, pederastia y zoofilia, entre otras lindezas que no aprobamos desde este espacio. Eso sí, lo hace con un altísimo y refinado estilo literario que hacen de éstas cápsulas visuales propias del cine, por ejemplo. Quizá por ello el libro estuvo censurado cuando apareció, pasándo de mano en mano en los salones mundanos y literarios de Francia y forjándose la fama de que era “más fuerte que el Marqués de Sade”, y sí, seguramente así sea.