miércoles, 31 de marzo de 2010

Las aventuras del gato roquero IV

Ya se sabe que lo que nos gusta por aquí son los temas de candente y rabiosa actualidad, pero además nos gusta hablar de aquellas cosas que dejamos de lado, pero que por el hecho de no pensar en ellas signifiquen que van a dejar de ser o de estar, el caso es que en esta serie de rescate fotologueril me gustaría hablar sobre los pies, esas extremidades de infinitas referencias sensoriales.


Alguna vez leí por ahí que la preferencia erótica por los pies -o los “pieses” como dirán algunos- en las mujeres, en concreto, es un resabio de la sexualidad infantil, algo así como reemplazar el pene que no se posee, yo no lo miro así, de hecho creo que es una estupidez digna de la más vil deformación del pensamiento de Freud, pero bueno ¿qué se esperán con la bazofia intelectual que nos inunda?. Yo lo veo más bien desde el lado del disfrute pasional que implica estar con alguien, sí, sí, ese rollo de estar desnudos en la cama toqueteándo al otro. Los pieses centralizan un montón de terminales nerviosas que están conectados con los órganos vitales, dando por hecho el tema de la higiene personal, a muchos les gusta el tema de los masajitos de pies, los apretones, el untar cremitas y demás, incluso algunos lo viven como una experiencia extracorporal. Recuerde que también se pueden dar mordisquitos, lametones, o jugueteos con las partes del otro. Viva el porno pieseril sí señor. Yo, que tengo unos pies horribles, deformes y grandes, mejor me voy a comer unos nachos. Los quiero.

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