-¡Jo tía! ¿Te digo que él empezó todo! ¡Yo no soy una marioneta!– dijo Ana a Carolina con un tono vehemente, reafirmativo, de esos que tratan de inyectar confianza en uno mismo. Mientras tanto, el camarero servía dos cafés: un cortado y otro con leche, ambos serán endulzados con un único sobre de sacarina y servidos con leche light 0.1%.
Ana siguió explicándole a Carolina su última conquista, -Claro que sabía que el no era el más guapo del club, pero qué quieres tía, llevo tres meses sola-, echo su espalda hacía atrás y su cintura hacía delante, como si quisiera escurrirse. Su amiga la veía con atención y le dijo -¿Tú sabes quién es él, no?-. Ana se reincorporó, la miro a los ojos y sin exaltarse le dijo que sólo sabía que era el ex novio de María, su compañera de trabajo y amiga –ahora distante- desde los años del instituto.
Ante tal anuncio le dejó en claro que a ella, cuando busca a un hombre en un bar a mitad de la noche, no le importa con quien haya estado sino que cumpla con lo que llamaba “los deberes primarios de cada hombre”, ante la falta de significado de ese concepto, Carolina se sorprendió, arqueó un poco las cejas y pregunto qué era eso; -que sepa follarme bien sin dejarme mallugaduras en la cintura y en el cuello- dijo Ana sin inmutarse, miraba hacía ningún punto de la calle y su amiga hacía las puertas de los servicios.
-¿Y tú crees qué eso es normal? ¿No te estás pasando un poco?- dijo Carolina antes de terminar de un sorbo largo su café.
-¿Qué no es normal? ¿Qué me lleve a un tío a casa?-, Ana no se exaltó al decir esto pero sabía por donde venían las preguntas de Carolina, con un tono más ligero dijo: –Caro, guapa, tú y yo somos chicas independientes, libres, modernas, de nuestro tiempo sabes, es decir, si viviéramos en Nueva York seríamos como Sara Jessica Parker. Sí a mi me gusta un tío, aunque sepa que ya tuvo sus minutos de fama con otra, me da igual, lo hago y punto-.
-¡Tía! ¡Pero es que van ocho desde que lo dejaste con Miguel!-, su amiga ya no sabía como decirle que estaba desfasando un poco. –A veces creo que para ti la vida se ha vuelto una es una marcha a contrarreloj, te agobias porque la semana no termina y una vez que llega el finde todo es quedar, cenas, fiestorros, copas y últimamente hombres-, Carolina pareciera que se había envalentonado, pero al ver las lágrimas de su amiga detuvo su crítica no constructiva y aspiró hondo por la nariz. –No llores Ana, al final a todas las treintañeras nos han vendido el cuento de compaginar la búsqueda del príncipe azul con la vida independiente-. Sin limpiarse las lágrimas, Ana bajo la mirada y como si de una niña regañada se tratase, miró atentamente la taza de su café, sólo había tomado un sorbo y dijo –esto no tiene leche light 0.1%-.
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